AUDIOGUÍA
Uña: el entorno rural como ejemplo de biodiversidad y futuro
Roque, Sebastián y Magdalena se han reencontrado en el pueblo donde Roque se ha criado: Uña. Estudiaron juntos en Madrid y hoy, tras varios años sin verse, han vuelto a quedar. Roque se marchó del pueblo hace años y ahora ha decidido regresar para quedarse. Magdalena es amante de la naturaleza, le encanta la poesía y desea poder llegar a vivir en un pueblo. Por último, Sebastián, tras estudiar historia, va a comenzar a dar clases en la universidad.
Uña: el entorno rural como ejemplo de biodiversidad y futuro
Patrimonio del Monte de Utilidad Pública 151
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El guión
Parada 1. Estatua a la Mujer Rural
Lector: Ay, Roque y Magdalena: “¡Qué descansada vida, la del que huye el mundanal ruido y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido!” No me digáis que no hay mejor lugar que Uña para estos versos de San Juan de la Cruz. Cuando escribió estos versos a mitad del siglo XVI, Cuenca era famosa en el mundo entero por sus lanas y muchas de ellas procedían de aquí, de Uña. La historia de este municipio, hoy pequeña y remota, está ligada al monte y al Júcar, también a su laguna. La madera y el agua nos habla de conquistas, de marqueses, de una isla movediza flotante, de grandes mercaderes de lana, de hachas, ganchos y de grandes construcciones de ingeniería…
El del pueblo: A ver Sebastián, esas historias son muy interesantes, sin duda. Sin embargo, Uña guarda algunas curiosidades que no sé si salen en tus libros. Por ejemplo, cuando en los años 20 del siglo pasado vinieron a construir el canal para la central hidroeléctrica, la Eléctrica de Castilla decidió hacer unas mejoras para los trabajadores que aquí se instalaron, entre ellas, esta fuente y el lavadero junto a ella. Por eso tiene esa placa que pone 1924. Mi bisabuelo fue uno de ellos, y terminó casándose con una mujer de aquí, mi bisabuela. Años después bajaba yo aquí con mi abuela y me contaba interminables historias sobre las gentes de este pueblo. Infinidad de cantares, dichos y poemas llevados por el viento… siempre me decía que no había versos para describir Uña… ¡Qué mejor sitio para que Javier Barrios hiciera su homenaje a “La mujer rural”!
Imagen natural: Yo creo que es cierto que no hay versos para Uña, porque Uña es poesía. Dando una vuelta a su laguna se escribe con colores un poema cada vez único e irrepetible. Los cortados como altos muros de un mar que toca el cielo, el canto de los inquietos pajarillos en primavera, el aroma de sus atardeceres en verano, los dulces frutos en otoño y la calma del agua… ¡eso sí que son versos únicos! Además que, por su bella y estratégica ubicación, está llena de recursos naturales, pastos para el ganado, agua para las huertas y madera para los crudos inviernos.
Parada 2. El Mirador de La Laguna
Lector: ¿Queríais saber la historia de Uña, verdad? Pues comenzaré desde el principio. A escasos metros de aquí, en la ladera de rojas areniscas que baja de Peña Rubia, se encuentra, a falta de nuevas pruebas, el origen de Uña. Las tumbas antropomórficas labradas en piedra que, ante la falta de estudios arqueológicos que determinen su edad y estado, se establecen como tumbas cristianas de época visigoda, para que lo entendáis, del siglo VI o VII. Esto se debe a que siempre iban asociadas a pequeñas ermitas y aquí, según lo leído se encontraban la de Santa Ana y, mira como tú, La Magdalena…
El del pueblo: ¡Se dice La Malena de toda la vida, hombre! Y siempre han sido muy desconocidas, la verdad. Lo que yo sí conozco bien es que en la misma dirección, no tan apartados, hay unos pozos que, según me contaba mi abuelo, los usaban para obtener la pez, material con el que impermeabilizaban las botas de vino y sellaban al ganado. ¡Cuántas veces me ha repetido cómo marcaban con el mismo número a la madre y su cordero! Allí, quemaban las virutas, cortezas y ‘ceporras’ de los pinos para obtener ese aceite negruzco. Dos de estos hornos, llamados pegueras, llegó a haber en el pueblo: la de arriba, junto a los cimientos del cable de transporte de maderas; y la de abajo, tras el frontón, junto a la carretera.
Y hablando del cable de transportes de madera, mi padre tiene unas fotos en casa donde se ve la estructura… ¡no podéis ni imaginaros que construcción era aquello! Aunque ahora sólo se ven los cimientos, en su día fue una gran torre, parecida a las torretas de alta tensión, que se unía con un cable a otra similar sobre el Puntal de la Bandera, allí en la Muela de la Madera. Según cuentan, arrastraban las maderas hasta el Puntal de la Bandera mediante mulas y luego las lanzaban hasta aquí abajo, donde las llevaban a la laguna para trasladarlas luego por el canal hasta Villalba. ¡Qué épocas más duras!
Imagen natural: Vosotros dos con lo vuestro… ¿Pero os estáis dando cuenta las vistas que hay desde aquí? El baile de la roca y el agua delante de vuestros ojos. Las rocas que tenemos delante son el resultado de un mar que existió hace más de 100 millones de años. Luego ese mar se elevó quedando a la intemperie a merced del viento. Y luego de nuevo el agua, en este caso de lluvia, fue moldeando estas rocas hasta crear la imagen que tenemos delante de nuestros ojos. Una imagen coloreada de vida. La piedra, refugio de buitres leonados, águilas perdiceras, alimoches, aviones roqueros; la vegetación, de ruiseñores, mirlos, currucas y; el agua, hogar de fochas, garzas reales y cormoranes. Es como un juego infantil inmemorial, un baile sensual incesante pero que encierra el mayor espeluznante y estremecedor secreto. El misterio de los misterios: el tiempo. ¿No os parece una historia mágica?
Parada 3. Entrada a la Escuela de Pesca
El del pueblo: Bien comentabas Magdalena como Uña es un baile del agua con la roca. Pero antes la roca no sólo estaba para admirarla, como ahora. Había una cantera en el paraje de La Herrá, que se utilizaba para la construcción y para nutrir otros hornos, llamados caleras, de los que se obtenía la cal para pintar las fachadas y evitar las infecciones. Además, este monte no es sólo agua y piedra, hay otro elemento del que no podemos olvidarnos: la tierra. En la finca del Rincón del Juez, cerca de aquí, había un tejar en que se cocía la arcilla para producir ladrillos y tejas.
Este monte está lleno de minerales. Siempre me recordaba mi abuela cómo, cuando era moza, muchos vecinos llegaban con la cara y los ropajes negros día sí y día también. La mina de lignito era la culpable, que servía para abastecer al pueblo del carbón con el que calentarse. Por lo visto, en los años 60 del pasado siglo aún se explotaba, y fue entonces un importante yacimiento de vertebrados y otros fósiles de hace millones de años. Según parece, aquí habría un delta que desembocaba en un lago, el cual arrastraría muchos restos vegetales que al enterrarse iniciarían el proceso de carbonización. ¡Pero de eso seguro que sí que pueden hablar mejor los libros que te has leído Sebastián!
Lector: ¡Buenas anotaciones Roque, tú siempre hilando fino! Pero como buenos conquenses que sois, imagino que querréis escuchar los tiempos de Alfonso VIII. Y es que no hay documentos sobre Uña hasta que tras la conquista cristiana, en 1177, se comienza la repoblación de todas estas zonas serranas de Cuenca con población norteña. Ello, acompañado de la creación de la Mesta, un siglo después, otorgó privilegios ganaderos, incentivó el pastoreo trashumante con la cercana Cañada Real Conquense y así, fijó las poblaciones serranas. Y, por cierto, ¿sabíais que de este siglo XIII es el origen de la iglesia del pueblo dedicada a San Miguel Arcángel?
Imagen natural: No diré que no es interesante todo lo que comentáis, pero si queréis hablar del origen de estos lugares, ¿no creeis que quizás deberíamos preguntar primero a la piedra? Estamos en el Rincón de Uña y aquí, la piedra caliza es la protagonista. El agua de precipitación se infiltra por las rocas carbonatadas, fácilmente erosionables, de la Muela de la Madera, bordando galerías, simas y cuevas subterráneas. Y en uno de estos bordes, justo ahí delante, al pie del cortado sobre una capa de margas impermeables, brota al exterior. En una de estas surgencias, la de Los Borbotones, mana el arroyo del Rincón que crea la laguna de Uña.
Parada 4. Pasada la Escuela de Pesca
Lector: Abran bien los conductos auditivos porque ahora toca una de las partes de la historia que más me gustan…¡la de nobles y marqueses! En la época que antes hablábamos, siglos XIII y XIV, Uña fue parte del señorío de la ilustre y poderosa familia Albornoz. Sin embargo, el ocaso de este linaje se produce cuando Beatriz de Albornoz, última titular del señorío, se casa en 1403 con Diego Hurtado de Mendoza. Beatriz muere, Diego se vuelve a casar y desde entonces, estas tierras quedan bajo su mando, el conocido como Mayorazgo de Cañete desde 1442 y luego, en 1530, como Marquesado de Cañete, del que Uña forma parte como Villa y llegó a gozar de ciertos beneficios como por ejemplo…
Imagen natural: Shhhh… ¡dale con la telenovela histórica! ¿Pero no escucháis el imperecedero rumor del agua y el olor de la brisa meciendo la ribera? Este arroyo del Rincón, con sólo dos kilómetros, es manantial de vida. La buena calidad de sus aguas nos la indican los sabrosos berros que colorean de verde su fresca transparencia. Los márgenes son un paraje de cuento entre sauces, álamos y chopos. Los sauces, como héroes de un tiempo oscuro, entregaron de sus entrañas la famosa aspirina. Y los álamos y chopos, generosamente, prestan su sombra y su madera. Abajo, el junco churrero se utilizaba antaño para sujetar los churros; y los lirios, siguen pintando de amarillo la primavera. Y como no, es este rincón hogar de numerosos animales. Aquí se dejan ver los ciervos al caer la tarde. Lagartijas y el primo mayor, el lagarto ocelado, se escurren entre los agujeros de las piedras. Y entre la maleza y las ramas, aletean todo el día carboneros, herrerillos, petirrojos y a modo de llamada semanasantera tamborilea el pico picapinos en la hueca madera.
El del pueblo: ¡Es verdad Magdalena, siempre me ha encantado este paraje! Sin saber por qué, siempre me ha puesto los pelos de punta… Tantos recuerdos paseando con mis abuelos en la niñez… me quedaba impresionado observando sus aguas tan cristalinas. Por lo visto, esa es la razón por la que hicieron aquí la Piscifactoria “Rincón de Uña”, ya que la cría de truchas necesita que las aguas sean limpias y tengan una temperatura constante. ¡No hay mejores en toda la provincia que las del Arroyo del Rincón, sin duda! Y es importante repoblar el Júcar con trucha común, para evitar su desaparición. Por eso también pusieron aquí la Escuela Regional de Pesca Fluvial, uno de los dos centros de educación ambiental de la provincia, donde aprenden a pescar respetando los ciclos naturales.
Parada 5. Mirando la Laguna
El del pueblo: Os comentaba a los dos al principio cómo la instalación del canal cambió el aspecto de la laguna. Antes sólo la alimentaba el Arroyo del Rincón, pero trajeron agua desde el Júcar, desde el embalse de La Toba y represaron la laguna, lo que hizo que aumentara mucho de tamaño, y desaparecieran las huertas que había por aquí, de las que se alimentaba la gente del pueblo. Desde aquí, se llevaban el agua hasta la central hidroeléctrica de Villalba a través de un canal horadado en la propia roca, así como túneles que la atravesaban, evitando así los famosos cortados, donde el río parece que se enfurece. ¡Cuántas veces me he colado por esos túneles de niño!
Como curiosidad, si seguís el canal hacia Villalba, os encontraréis con el antiguo cementerio, completamente abandonado, habiendo sido engullido por la maleza. Eléctrica Castilla construyó el nuevo en los años 20, allá por donde la mina de lignito.
Imagen natural: ¡Guau! ¡Qué conmovedor imaginar la laguna con el verdor y los frutos de las huertas! Hoy, si miramos a la izquierda, la laguna comienza a abrirse oculta entre tantos carrizales que impiden imaginar aquella imagen de antaño… Eso sí, allá donde se junta la laguna con el Júcar, el agua con carbonato cálcico ha ido depositando, durante millones de años, cantidades de restos vegetales que han formado la pared de toba por donde se descolgaba el agua en cascada… ¡La Toba, exacto! La piedra caliza ligera y porosa que da nombre al embalse. Pero, sin embargo, si miramos a la derecha, encontramos las laderas del siempre vivo boj y quejigos que esconden en sus raíces el oro negro de las trufas y allá arriba, bajo la atenta mirada de los cortados, el camino de la raya. ¡Cuánto en tan poco ess…!
Lector: Ejem, ejem. ¿Pero pensábais ingenuos que la fama la dan los marqueses, sus guerras y sus propiedades? Ay, cuánto os queda por leer. La historia importante de Uña, la cuentan la madera y la lana. Y es que, al igual que a la mayor parte de la Serranía Conquense y Cuenca capital, estas dieron su mayor fama durante los siglos XV y XVI. Fue la época con mayor cabezas de ganado, influyentes ganaderos y poderosos comerciantes. También de grandes maderadas que bajaban por el Júcar hacia Cuenca y la Mancha. De sus pastos y sus ganados, se producía una de las más finas lanas de la sierra y de sus aguas, bajaban los más firmes troncos. Al igual que Cuenca, fue la época dorada y poderosa de Uña.
Parada 6. Sobre el Observatorio de Fauna
Lector: Finalmente, una gran crisis ganadera y la consecuente textil, hundió la economía de Cuenca y de toda la Serranía en la primera mitad del siglo XVII. Pero de este siglo hay dos documentos únicos para comprender el pasado de Uña: los textos de Sebastián de Covarrubias y Mártir Rizo. No os los citaré enteros, que parece que os canso cuando os hablo, pero sí os contaré una parte de ellos que trata de una isla flotante o movediza que hace de la laguna de Uña una leyenda. Dice Covarrubias que la laguna “Tiene otra particularidad, que parece mentira: una isla con hierba que se apacienta en ella ganado, y algunos arbolicos; ésta corre por toda la laguna, siendo llevada de los vientos. Está fundada en cierta manera de piedra esponjosa, que es como toba” y Martir Rizo añade que “con más de cuarenta pies de circuito, con yervas y árboles, que andan por encima del agua: de forma, que con razón se puede llamar isla movediza.» ¿Qué os ha parecido esta?
El del pueblo: Bueno bueno Sebastián, esto no lo esperábamos, ¡ahí te has coronado!. Pero volviendo a lo que contaba mi abuelo, ¡cuántos cambios trajo la construcción del canal! Sobre todo para las maderadas, ¡cómo le facilitó la vida a esos gancheros! Antes de su finalización en 1925, el transporte fluvial de maderas era muy duro. Desde Uña, los gancheros guiaban los troncos por los tramos más complicados del curso natural del río, como El Tranco, Pozos del Sombrero o La Montera, donde tenían que realizar innumerables adobos para sortear los obstáculos. Contaba la gente del pueblo que tan difíciles eran estos 15 kilómetros de trayecto hasta Villalba que tardaban en recorrerlos entre 2 y 3 meses. Siempre me han hablado también de los broceros, en general gente del pueblo, que ayudaba puntualmente a los gancheros a construir todos los aparejos que necesitaran para salvar todos los saltos que se encontraran. ¡Eso sí que era gimnasio!
Y es que antes aquí todos vivían, en mayor o menor grado, de la madera. Entre ellos, mi padre. Por lo visto, sólo del pueblo de Valera de Abajo venían 6 u 8 maderistas. Había hacheros por todas partes, sobre todo en la Muela de la Madera, subiendo por El Escalerón. ¡Hasta cuentan que sólo por el Arroyo de la Madera, donde hoy están las pozas donde la gente se baña, llegaron a bajar 30.000 troncos!
Imagen natural: ¡Chicos, mirad! Ahí, a la orilla de la laguna, está el observatorio de aves. ¿Podremos venir más tranquilamente otro día para ver pájaros? Porque al igual que las estaciones cambian los colores de los vestidos de los árboles, también cambian los habitantes de la laguna. En invierno, encontramos garzas, cormoranes y patos como la cerceta común o el pato cuchara. También en el monte y sus laderas, los tantos y tantos zorzales que vienen del norte de Europa. En verano, al marcharse todos los anteriores, llegan algunas rapaces como el alimoche, el águila calzada o el águila culebrera y pequeños pajarillos como los carriceros, currucas, mosquiteros papialbos o la oropéndola. ¡Cuántos vecinos!
Parada 7. Cruzando el canal
Imagen natural: Ahora me toca a mi ponerme seria… Porque sí, Uña es una maravilla natural pero no es oro todo lo que reluce, desgraciadamente. Hoy en día uno de los fenómenos del cambio climático es la pérdida de biodiversidad y la invasión de especies exóticas. La trucha arco iris, procedente del Océano Pacífico, desplazó en su momento a la común, autóctona de estos ríos. Cada vez son menos el número de insectos y por tanto, de aves insectívoras. También cada día es más complicado ver las lechuzas en lo alto de los campanarios. Por ello, la creación de nuevos refugios de fauna como el de aquí junto a la laguna, la educación ambiental y la sensibilidad para comprender nuestro entorno, son armas de incalculable valor para un futuro mejor.
Lector: Cierto es que para crear un futuro hay que conocer el pasado y ya que he llegado hasta este punto, y huelo la seriedad en el ambiente, aprovecharé para contaros cómo era Uña a finales del siglo XIX. Lo leí en el libro “Noticias conquenses” de Torres Mena de 1878. Como sé que os ha gustado la historia de la isla flotante deciros que en este año parece que ya no existe la isla y explica que “hace tiempo que la isla flotante se adhirió á una de las orillas de la laguna”. Se refiere a Uña como Aldea del Ayuntamiento de Valdecabras, Partido de Cuenca, con una población de 48 vecinos o lo que es lo mismo: 228 almas o habitantes. Escribe que a sus espaldas tiene una “gran Laguna donde se pesca gran cantidad de truchas” y también que “paga cada año 39.483 maravedises, es decir, 1.160 reales, ¿en euros? Luego os lo digo…”
El del pueblo: Tienes razón, hay que evitar seguir impactando así en nuestro entorno. Aquí abajo está la “Cola del caballo”, en su día una de las cascadas más bonitas de Cuenca, según se cuenta, aunque ya no queda nadie vivo para recordarlo. Sin embargo, hoy está seca debido a la construcción del dique.
Y tras ella, están las Cuevas del Batán. Allí antes vivía gente, los más pobres, claro. Se dice que lo usaron los propios obreros del canal. ¡Cuánta humedad sentirían en las noches de invierno!
Y eso de que el nombre tenga la palabra batán quizás tenga que ver con que en el pasado hubiera allí un molino batanero, vete tú a saber. De hecho, por ahí está el cauce del molino de Uña, por lo que no sería de extrañar que así fuera. Lo que sí me ha contado mi abuelo son historias de los pastores que antes abundaban por la Serranía. Cómo padecían en las noches de frío… El ganadero que tenía buen refugio, aún mal que bien, pero los más humildes… En la solana que va de Uña a la Toba había 3 o 4 tinás o cuevas para guardar el ganado en invierno. Y todos los días, con lluvia o con sol, tenía que volver a darles de comer. Pero bueno, al final la primavera siempre llegaba: entonces, las ovejas quedaban sueltas por los montes de alrededor.
También había trashumancia por aquí. Los pastores bajaban con sus rebaños a buscar el ramal hacia la zona del Ventorro por donde iba la vereda. Aunque de eso sólo tienen recuerdos los más mayores, porque más tarde se sustituyó la caminata por los camiones.
Parada 8. Junto a la fuente
El del pueblo: Pues ya estamos de vuelta en el pueblo, que bien lo he pasado y cuántas imágenes han poblado mi memoria. Los tantos juegos de la infancia, los escondites de adolescentes, aquellas noches de verano, los parajes que me han enseñado mis padres y el tierno pellizco del recuerdo de mis abuelos. Es cierto que fue otra época, otros tiempos… Pero ¿cuántas enseñanzas que se han ido trasmitiendo de generación en generación se están perdiendo hoy en día? Al morir cada uno de nuestros mayores… ¿Cuántos libros únicos e irrepetibles se están lanzando a la hoguera del olvido? Eran oficios, tradiciones y modos de vida adaptados al entorno y que sobre todo, comprendían el entorno… Este paseo con vosotros ha sido un pequeño homenaje a nuestros padres, abuelos y antepasados…
Lector: Al final me emocionas Roque, porque ¡Donde dije digo, digo Diego! y la verdad que cuánto he aprendido en este paseo con vosotros. Y yo pensando que sólo con mis libros conocía Uña… Es innegable que Uña, con sus poco más de 80 habitantes y un motor como es el turismo, poco asemeja a lo que un día fue. Y es evidente que la cuña de la despoblación ha ido levantando la costra de la historia y despegando los conocimientos de tantas generaciones que han poblado este entorno. Pero, de verdad, gracias por enseñarme a mirar, cuántas historias escondidas y emocionantes he descubierto. ¡Muchas de ellas estaban delante de nuestros ojos!
Imagen natural: ¡Ay, y que lo digáis chicos! ¡Qué belleza atemporal la laguna de Uña y sus muros calizos! La primera besando las entrañas del suelo, los segundos acariciando los cabellos del cielo. Sus puntales como atalayas con vistas a un paisaje de cuento infantil que escuchábamos antes de dormir. Las truchas y la isla movediza como símbolos de este remoto escondite. Peñarrubia con su imperecedero y cálido atardecer. Los pinares y quejigares atesorando los cantos en primavera. Las bojedas bordando las siluetas de buitres y rapaces. Mar, montaña, lluvia, toba y piedra que con humildad susurran los misterios del tiempo. Una danza macabra entre la roca y el agua donde no llega la memoria. Un juego infantil que vuela y nada. Una espeluznante belleza entre lo firme y lo fugitivo.