AUDIOGUÍA
Tainas, biodiversidad y adaptación
Un abuelo y su nieta pasean por los parajes de Olmeda del Rey, reflexionando sobre las tainas y la biodiversidad, uniendo los recuerdos del pasado y los vientos del presente, para así juntos construir e imaginar los derroteros del futuro.
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El guión
Parada 1. Recuerdos de un tiempo olvidado
Nieta: Abuelo, ¿tú también fuiste joven?
Abuelo: ¿Cómo? Pues al igual que eres tú, un día fui yo. ¿De dónde crees que viene un viejo?
N: Ya me lo imagino, abuelo [risas]. Me refería a cómo eras de joven.
A: Que… ¿Cómo era? Pues… no lo sé. (Pausa) Un muchacho normal, como el resto, digo yo. Teníamos nuestra cuadrilla de amigos, luego tocaba casarse y siempre trabajando. No daba tiempo a mucho más… Y esperando siempre a los domingos para ir al baile o al verano para ir a alguna fiesta… Pero que si tocaba hacer alguna faena ni eso nos dejaban.
N: Y, ¿te acuerdas de cuando empezaste a trabajar?
A: Uy, pues desde siempre, desde que era un “guacho”. Qué decirte que tuviera cinco o seis años la primera vez que empecé a acompañar a mi padre al ganado. Entonces no era como ahora y uno tenía que ayudar en la casa desde que comenzaba a trotar. Y si no fuera porque cambiaron los tiempos, también le hubiera tocado a tu padre (risas).
N: Casi igual que ahora, que empezamos a trabajar a la edad en la que vosotros ya teníais los hijos criados. Y, ¿cómo era el pueblo?
A: ¿El pueblo? El pueblo hoy es como un cuento a punto de terminar. Ha cambiado totalmente: antes todo estaba lleno de muchachos y muchachas, las calles eran de barro, el agua había que ir a cogerla a las fuentes, las gentes iban con sus burros y sus mulas, las gallinas correteaban por las calles, las puertas estaban abiertas, las mujeres chillaban con sus carcajadas… aunque también había hambre, miseria, problemas y discusiones entre familias. Y siempre, siempre, teníamos que estar trabajando en el campo…
N: Parece como si fuera otro pueblo completamente distinto, ahora sólo ocurre algo parecido en agosto. Eso sí… sin nadie trabajando.
A: Tenías que haber visto nuestro agosto segando y en la era. Para segar venían segadores de todo el país, hoz en mano, para recoger el cereal. Luego aventar, trillar… Y, cuando se quería uno dar cuenta, ya tocaba labrar con las mulas. Y quiénes éramos pastores, pues siempre pendientes del ganado… Siempre había alguna faena que hacer.
Parada 2. Tainas, las desaparecidas construcciones inmemoriales
Nieta: Mira abuelo, una taina.
Abuelo: Hombre, la taina de Camilo y Vidal. ¿No habías pasado por aquí antes? Pero, ¡mira como están ya! Cuando era muchacho todas estas tainas, que aquí cerca estaban también la de la Luz, los Mancos, Félix Cabra o las Capitanas, estaban en pie… Ahora todas en ruinas, ¡qué pena!
N: Me asombra que solo estén construidas con piedra… Piedra sobre piedra.
A: Menudos muros para proteger el ganado de la intemperie y, según dicen, también de los lobos. Ya ves lo que son, piedra, tejas y si era necesario, una “pellá” de yeso.
N: ¿Pero sabes cuándo se pudieron construir?
A: ¿Las tainas? Las tainas, como los pastores, llevan aquí desde que el mundo es mundo. Aquí, día tras día, vinieron nuestros padres, abuelos, bisabuelos y vete tú a saber quiénes antes de ellos. Todos los pastores del pueblo tenían sus tainas donde guardaban el ganado. Quizás haya más de 60 en todo el término. Las ovejas tenían su corral y su cobertizo, y nosotros teníamos nuestra casilla donde disponíamos una lumbre para el caldero y cocinarnos unas migas, unas patatas o unas gachas. Y luego pues en una cama de paja nos cobijábamos ante la inmensidad de la noche.
N: ¿Y por qué están tan escondidas en el monte?
A: ¿Escondidas? Eso ha sido ahora, desde que se abandonaron. Antes todo esto estaba despejado. Las tainas quedaban siempre en lo alto de los cerros y sierras como si fueran atalayas. ¿Sabes por qué?
N: Mmmmm… la verdad que no.
A: Pues porque tienen que estar en sitios bien aireados y que siempre miren a la solana, entre el oriente y el sur. Aunque quieras, nunca vas a encontrar una taina en un hondo ni tampoco mirando al norte.
N: Claro, así imagino que por un lado serviría para evitar enfermedades que trae la humedad y, por otro lado, el sol serviría como calentador natural para que no pasaran frío los animales, ¿no?
A: Pues digo yo, claro.
N: ¿Y por qué se abandonaron estas tainas?
A: La llegada de la maquinaria hizo que la gente buscara trabajo en las ciudades y, poco a poco, se fueron vendiendo los ganados y los campos los fue trabajando menos gente. Y mientras el pueblo se quedaba sin gente, las tainas se fueron abandonando. Y con su abandono se le fueron quitando las tejas para otras obras, y el viento y el agua fue echándolas abajo. Y todos estos cambios los he visto con mis ojos.
Parada 3. Vidas de cuento
Nieta: ¿Hacia dónde va este camino, abuelo?
Abuelo: Pues bajamos al hondo de La Navazuela y por allí, como te he dicho antes, pocas tainas vamos a encontrar, estas ya son tierras húmedas para pastar.
N: ¡Qué curioso! E imagino que todos los días del año teníais que hacer el mismo trabajo de ir a la taina para sacarlas a pastar. ¿Siempre era igual?
A: Hombre, la oveja siempre tiene que comer, pero dependiendo si fuera invierno o verano había que hacer unas faenas u otras. En invierno el ganado siempre dormía en la taina y también era la época en la que nacían los corderos. Para entonces había que ir todos los días a la taina a darles de mamar y llevarles grano y paja para que pudieran comer. Menudo coro de cencerros y balidos eran las tainas en aquella época. Ahí también se les rabotaba…
N: ¿Rabotarlos?
A: ¿No sabes lo qué es? Era cortarle con una navajilla el rabo a las corderas, ¡pero sólo a las corderas! A los corderos no. ¿Por qué? Porque se vendían y de esta forma, pesaban más. Luego pasaba la primavera con sus vientos, lluvias y flores y, antes de que llegaran los calores del verano, tocaba esquilar. Para esquilar se juntaba mucha gente: venían esquiladores de otros pueblos y con la tijera sin parar dejaban al ganado bien fresquito. Luego el 29 de junio era el día de San Pedro, cuando el amo decidía si renovar o no al pastor. Y luego, claro, había baile y era aquello una fiesta grande. Para entonces, el ganado podía dormir ya fuera de la taina. Y te diré una cosa, “Desde mayo a San Miguel, pastor de ovejas quiero ser; desde San Miguel a mayo, que las guarde el amo”. Porque el pastor con el ganado sufre, pero también disfruta, pasa hambre y en ocasiones, se sacia. Finalmente, al terminar el verano, los corderos estaban preparados para cubrir a las ovejas y así de nuevo… ya sabes, comenzar el nuevo ciclo de la vida
N: Pues sí que había que hacer cosas entonces… y yo quejándome de lo que tengo que estudiar.
A: Aquello era otra vida. Hoy parece un cuento, pero no lo fue.
Parada 4. Las tainas, refugios de biodiversidad
Nieta: ¿Y te gustaba ser pastor, abuelo?
Abuelo: Era lo que había muchacha (risas). ¿No sabes tú que “el pastor tiene que ser hijo de la oveja”? Aunque las tainas y el ganado son cuna de moscas y mosquitos, pulgas, escarabajos o garrapatas… De ellas se aprenden muchas cosas.
N: ¿Cómo cuáles?
A: Lo primero tienes que comprenderlas. Mira, tres patas sostienen el banco de un rebaño: la hierba, el agua y la sal. Las ovejas buscan las plantas y bien saben cuáles son las que nutren y engordan y las que debilitan o matan. Y con ello, no dejan de escapar cagarrutas que parecen frutos que, además, no son malolientes. Nadie diría que es mierda. Pero eso es lo que da la vida al campo.
N: Sí, había leído que son los propios ganados los que crean los prados y pastizales, mientras pacen y comen, dispersan las semillas y abonan la tierra con sus excrementos hechos de materia vegetal. ¿Te acuerdas de los nombres de las plantas que más les gustaban?
A: Hombre, ¡menudas preguntas! ¡Claro! En primavera ballicos, trigueras, mielgas, arvejas o cardillos; luego, tras la siega, pues correhuelas, pipirigallos, orejillas o gramas. Pero bien sabían que las lechiternas y las rudas no había que comerlas. Los animales son muy astutos y observadores.
N: Y mientras ellas pastaban, ¿vosotros qué hacíais?
A: Pues siempre había algo que hacer y si era verano, lo primero buscar la sombra de algún espino. Lo importante era estar atento al ganado y ante cualquier pequeño problema darle una voz al perro para que lo vuelva a agrupar y dirigir. Y como siempre guardábamos una navajilla en el morral, pues nos entreteníamos con muchas cosas. A veces con un rebrote de carrasca nos poníamos a hacer una garrotilla. O si la vara era de enebro y era fuerte, una cachiporra. También, con algunas partes sobrantes preparaban los badajos de los cencerros. Otros que eran mañosos trabajaban el esparto y aprovechaban para tejer pleitas o vencejos.
N: Madre mía, eso no es ser pastor, eso es ser artista. Estabais pluriempleados… Y cuando llegaba la noche, ¿qué hacíais?
A: Pues dos cosas: contemplar las estrellas… ¿conoces el carro, el lucero del alba, el cabrero y las cabrillas?… ¡menudos hoteles de estrellas eran! Y, por otro lado, intentar dormir escuchando sonidos extraños y pasando, a veces, miedo. Cuando éramos muchachos, siempre nos hacían sentir escalofríos con que iban a venir los maquis… y ¡cuántas noches no habré escuchado pisadas y susurros alrededor de la taina!
Parada 5. El cambio climático, la gran amenaza
Abuelo: Bueno y ahora cuéntame tú… ¿Cómo te va en la capital?
Nieta: Pues bien, siempre estoy estudiando en la Universidad y luego quedo con amigos y amigas a tomar algo.
A: Y bueno, ¿qué te enseñan allí?
N: Pues, estudiamos todo lo relacionado con la naturaleza. Desde las células, que son las estructuras de las que todos los seres estamos formados, hasta los ecosistemas que hay a lo largo y ancho del mundo. Pero hablando de cambios como venimos, uno de los temas que más estudiamos es el cambio climático, es decir, como el ser humano está modificando y alterando los campos, montes, ríos y mares en muy pocos años y, además, alterando los seres vivos que los componen, como plantas y animales.
A: ¿Y cómo se estudia eso?
N: A través de la ciencia. Hay mucha gente que durante décadas ha observado y comprobado como la influencia de actividades industriales y productos contaminantes utilizados por el ser humano están provocando que vayan desapareciendo insectos, pájaros y otros animales. Por otro lado, se está calentando la atmósfera y, alterándose los ciclos naturales.
A: Es cierto, que antes siempre caían grandes nevazos en invierno, en primavera llovía y en verano no hacían estos calores. Se veían y escuchaban más mochuelos, totovías, golondrinas… También más insectos en los campos. Quizás sea por eso…
N: Además, como me has contado, al abandonarse el pastoreo extensivo, que es lo que vosotros los pastores habéis realizado durante milenios, los montes han quedado expuestos a multitud de peligros y, quizás el más importante, son los incendios. Antes el paso del ganado desbrozaba y limpiaba. Los pastores erais guardianes del monte.
A: ¡Cuánta razón hija mía! Ahora está todo lleno de maleza y, en muchas partes, intransitable. Antes, fueras donde fueras había gente. Los caminos estaban llenos de carros, mulas y burros que iban y venían. Cualquier rincón del campo estaba vivo. Ahora está solo y desierto. Ya no hay voces que se escuchen…
Parada 6. Trashumancia, el recuerdo de vidas nómadas
Abuelo: ¿Y de las ovejas no os han enseñado nada?
Nieta: Mmmm… Sí, pero de otra forma. Que es un mamífero placentario rumiante que proviene de los salvajes muflones y, pues lo que sabe todo el mundo, que se aprovechaba para lana, leche…
A: ¿Y todo eso sirve para poder diferenciar la edad por sus dientes?
N: Mmm… No, eso no (risillas) ¿Cómo se diferencia?
A: ¡Ay, que poco os enseñan entonces! Pues mira, cuando tienen un año sólo tienen los de leche, al segundo les crecen dos palas grandes delante y al tercer año, ya tienen los cuatro dientes.
N: ¡Qué interesante! Pero mira, sí que he estado estudiando acerca de la trashumancia.
A: ¿La trashumancia? Por aquí, todos los años grandes ganados de vacas que venía de la Serranía camino de Andalucía pasaban por el límite del término, por la “colá” vamos…
N: ¿La “colá”? ¡De eso vendrá el nombre claro! Porque según he leído aquí desde el siglo XVIII se ha criado oveja churra para la carne, pero anteriormente eran la mayoría ganados de oveja merina para lana. Quizás las coladas que decimos eran de entonces… Pero si hubo históricamente un ganado importante aquí fueron los bueyes, de ahí lo de Dehesa Boyal.
A: Hombre, la Dehesa Boyal es donde estaban los pastos. Aunque hoy está ya todo lleno de pinos. Es el monte que hoy rodea al Pozo Labajo que, por cierto, era un abrevadero para que descansase el ganado mientras pastaba y bebía agua.
N: Pues mira, todo está relacionado. Es que, según los documentos históricos, por su cercanía a Almodóvar del Pinar, que era el centro carretero de la provincia, hubo gran influencia de arrieros y carreteros y aquí destacaba su ganado vacuno y mular. Hay un dato que dice que, a mitad del siglo XVIII, el pueblo fue el quinto municipio de la provincia con más carretas, con un total de 94.
A: Eso no lo sabía, hija mía. Recuerdo que cuando era muchacho, mi abuelo sí hablaba de que había muchos burros, porque aún quedaban arrieros en la zona. Pero yo ya no vi aquello.
Parada 7. Los recursos del entorno como llave de adaptación
Abuelo: ¡Mira! Todo esto de aquí abajo es la Dehesa Boyal, o Dehesilla, como aquí le llamamos. Es terreno municipal que ahora parece otra cosa de lo que era. Antes eran pastos para la oveja y ahora son pinos para la leña.
Nieta: Me alucina que hoy todo el mundo habla y discute por cómo conseguir una economía circular, cómo consumir productos de cercanía y resulta que ya estaba inventado… La leña para calentaros. La sirle del ganado la utilizabais para abonar los huertos. La lana para hacer mantas. Las plantas para dar de comer a los animales y para buscar remedios a las enfermedades. ¡Todo se reutilizaba!
A: Tirar es cierto que no tirábamos nada. Pero todo era suciedad, miseria y hambre.
N: Ya… pero hoy supuestamente ha progresado nuestra sociedad, hemos estudiado lo que nos beneficia y nos perjudica y hemos aprendido qué debemos y qué no debemos hacer. Y, sin embargo, no es así. Compramos, usamos y tiramos para volver a comprar, volver a usar y volver a tirar. Derrochamos y contaminamos. Hoy el mundo está más sucio y descuidado que nunca y encima lleno de materiales como el plástico, que tarda más de mil años en degradarse y desaparecer. Si es que, para colmo abuelo, ¡hasta los pimientos vienen envueltos!
A: Uy, todo se lleva entre plásticos. ¡Dime tú! Antes con una cestilla, una espuerta o un serón se podía transportar cualquier cosa… Y todas las herramientas duraban toda una vida.
N: Mira las tainas, ¿cuántos siglos no habrán aguantado en pie? Y sólo se necesitaban los materiales que daba el entorno: piedra, tejas, madera, cal y yeso. ¿Ahora? Ahora todo es cemento y asfalto que construyen estructuras débiles y que encima menudos calores dan en verano… Con lo frescas que eran las casas de antes.
A: Hoy la gente ya no sabe cómo trabajar el yeso, ni cómo hacer una pleita de esparto, ni cómo esquilar una oveja, ni saben diferenciar entre un romero y un enebro. Se ha dado la espalda al campo y sus tesoros.
Parada 8. Las páginas en blanco que quedan por escribir
Nieta: ¿Y cómo es posible que todos estos conocimientos ya no se conozcan, abuelo?
Abuelo: Pues porque a nadie le importan ya…
N: Pero si supieran lo importante que es atesorar todo este conocimiento para poder adentrarse en los senderos del futuro… A mí me gusta imaginar la taina como un espacio de concentración de materia orgánica, base de la que surge una pirámide ecológica, y que con toda esta abundancia generada por el ganado dentro y fuera de la taina viven y se alimentan numerosas especies de plantas y animalillos. Mochuelos, abubillas, ratones, lagartos, collalbas…
A: ¡Qué cosas tan raras dices muchacha! (risas)
N: Es que a veces un pequeño rincón de nuestro entorno no es sólo fuente inagotable de belleza, sino también un libro de aprendizaje que sirve de herramienta para adaptarnos al cambio climático. El conocimiento de cómo usar los recursos del entorno está prácticamente desaparecido.
A: Los tiempos cambian muy rápido y no sé hacia dónde nos lleva esto.
N: ¿Qué nos deparará el futuro…?
A: Nadie sabe, pero yo hay una pregunta que cada día me hago al salir al campo, ¿quién ha podido crear todo esto?
N: Es que esa es la pregunta de las preguntas, el misterio de los misterios. ¿Y cómo somos capaces de poder mancharla, agotarla y destruirla?
A: Algo inentendible. Pero, ¡contéstame!
N: La ciencia nos muestra como toda la maravillosa hermosura de la vida es el efímero resultado de un lento e inconcebible proceso de evolución que desde hace cuatro mil millones de años ha ido diseñando y creando distintas formas y especies de seres vivos.
A: ¿Y tú te crees eso?
N: Claro. ¿Por qué sino todos los mamíferos desde un ratón pasando por un delfín tenemos piel y mamas? ¿Por qué precisamente los lagartos y pájaros tienen también columna vertebral como el ser humano? ¿Y por qué crees que gran parte de los animales tenemos extremidades? ¿Y… por qué todos respiramos? ¿Tú no lo crees?
A: Yo creo que todo es un cuento. Desde lo que cuentan las estrellas a lo que silban los pájaros; desde lo que mueve el viento a su paso por el bosque a lo que quiere expresar la dura piedra; desde lo que balaban aquellos ganados por estos mismos caminos hace sesenta años a la conversación que tú y yo hoy hemos traído. Es un cuento con final y por eso es un cuento, pero oye, un cuento bonito.